Razas mortales


Humanos

De todos es sabido que la historia la escriben los vencedores. En el caso de la mitología, la escriben siempre los que realmente existen; y estos son siempre los seres humanos. Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha creado mitos y leyendas para explicar su lugar en el mundo. Y ese lugar, invariablemente, siempre ha sido el centro.

Así, en todas las mitologías «modernas», el ser humano es el definitivo mortal protegido por los dioses. Entre todas las razas mortales, el hombre siempre es el símbolo de la mesura y la virtud, e incluso el de la más perfecta imitación de lo divino.

Para los nórdicos, los humanos gozaban de la protección de los Aesir y los Vanir, siendo así los favoritos de los dos panteones principales de su mitología, y convirtiendo a Midgard en uno de los reinos más importantes de toda la existencia.

Elfos (álfar)

Nativos de Alfheim, los elfos siempre han sido representados como seres muy espirituales y esbeltos (lo cual es cierto), y diestros guerreros (lo cual no lo es).

Los elfos de la mitología nórdica, en realidad, están muy ligados al panteón de los dioses Vanir (algunos los consideran hijos de Frey); convirtiéndolos en una representación de la parte más amable y espiritual de la mitología vikinga. Grandes cazadores y conocedores de la naturaleza por derecho propio, los elfos rara vez entran en guerra. Aquellos que lo hacen son aclamados por los hombres como héroes (lo que propicia la mezcla entre humanos y elfos), pero rechazados por su propia especie.

Enanos (dvergar)

Según algunos autores, son «elfos oscuros». Según otros, son una raza aparte. En ambos casos, sin embargo, los enanos siempre son considerados grandes artesanos y herreros a pesar de su apariencia tosca y bruta.

Fueron enanos los que forjaron a Mjöllnir, el martillo de Thor, y algunos afirman que incluso crearon la lanza de Odín, Gungnir. Lo cierto es, en cualquier caso, que esta raza oscura y secretista goza del favor de los Aesir, que confían en ellos para ayudarlos en sus tareas de pacificación de los Nueve Reinos. Algunos enanos juran, incluso, que sin sus armas y armaduras los dioses no serían mucho más que hombres y mujeres que no saben cómo morir.

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